El hombre que vendió la Torre Eiffel — Dos veces

Parece ficción, algo sacado del guion de una película de estafadores. Pero en 1925, un hombre llamado Victor Lustig orquestó no solo uno, sino dos intentos distintos de vender la Torre Eiffel como chatarra.
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Su audacia, su encanto y su visión psicológica de la codicia humana convirtieron un plan imposible en uno de los fraudes más infames de la historia.
La historia es más que un relato de engaño; revela la psicología de la persuasión, la vulnerabilidad de los sistemas y el poder eterno de la confianza.
Para entender cómo Lustig logró esta hazaña, debemos profundizar en su método, su mentalidad y su manipulación.
¿Quién fue Victor Lustig?
Victor Lustig no era un estafador callejero cualquiera. Nacido en Austria-Hungría en 1890, hablaba cinco idiomas con fluidez y se comportaba con la gracia de un aristócrata. Era culto, elegante y se sentía a gusto entre la élite europea.
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Estas cualidades lo hacían mucho más peligroso que el típico estafador. No necesitaba robar; persuadía a sus víctimas para que le dieran lo que quería.
Para cuando llegó a París, Lustig ya tenía un largo historial de estafas. Había estafado a banqueros, vendido máquinas de imprimir dinero falsas y se había hecho pasar por dignatarios. Pero en 1925, puso la mira en algo mucho más escandaloso: la propia Torre Eiffel.
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Cómo se desarrolló la primera venta
En la década de 1920, París estaba en plena transformación. La Torre Eiffel, construida para la Feria Mundial de 1889, se estaba deteriorando, y el debate público sobre su futuro persistía en los periódicos.
Lustig usó esto como puerta de entrada. Falsificó documentos gubernamentales, se hizo pasar por subdirector del Ministerio de Correos y Telégrafos e invitó a un grupo de chatarreros a una reunión confidencial.
En la suite de un hotel, explicó que el gobierno planeaba desmantelar la Torre Eiffel debido a los altos costos de mantenimiento, y que los comerciantes habían sido seleccionados para presentar ofertas por el derecho a demolerla y venderla. El secreto, afirmó, era necesario para evitar la indignación pública.
La actuación de Lustig fue impecable. Enfatizó la urgencia, apeló al ego y promovió la discreción. Un comerciante, André Poisson, picó el anzuelo. Con el deseo de cerrar el trato, y preocupado por un posible escándalo político, Poisson pagó un cuantioso soborno junto con el dinero de la «compra».
Cuando se dio cuenta de la verdad, Lustig ya había huido a Viena con el dinero.
¿Por qué lo intentó de nuevo?
La mayoría de los estafadores se detendrían ante un solo golpe. Pero Lustig, envalentonado por su éxito y la ausencia de repercusiones públicas (Poisson estaba demasiado humillado para denunciar la estafa), regresó a París semanas después. Repitió la artimaña casi de forma idéntica con un nuevo grupo de traficantes.
Esta vez, sin embargo, el objetivo sospechó y contactó a la policía antes de entregar el dinero. Lustig escapó de nuevo, esta vez para siempre.
Pero el segundo intento selló su lugar en la historia como el hombre que vendió la Torre Eiffel, no una, sino dos veces.
La psicología detrás de la estafa
Lustig comprendía profundamente una cosa: la gente quiere creer en las oportunidades, especialmente en las exclusivas. Su uso de la urgencia, el secretismo y la manipulación del estatus creó un entorno donde la lógica quedó relegada a un segundo plano frente a la ambición.
También sabía cómo perfilar a sus objetivos. Al elegir empresarios ambiciosos pero inseguros, aumentaba la probabilidad de que obedecieran sin verificación. Sus estafas no se basaban en trucos de magia, sino en el comportamiento humano.
Lo que hacía aterrador a Lustig no era su capacidad para mentir. Era su capacidad para hacer que los demás se mintieran a sí mismos.
Su legado y captura final
Tras huir de Europa, Lustig regresó a Estados Unidos, donde continuó estafando a bancos y particulares. Finalmente, fue capturado por las autoridades estadounidenses en 1935 tras una larga investigación relacionada con operaciones de falsificación.
Incluso bajo custodia, Lustig nunca dejó de actuar. Es famoso por escapar de la cárcel una vez atando sábanas. Finalmente, fue sentenciado a 20 años y murió en Alcatraz en 1947.
Su historia ha inspirado libros, documentales y estudios criminológicos. Victor Lustig sigue siendo uno de los estafadores más notorios de la historia, no por su fuerza bruta ni su violencia, sino por su dominio de la persuasión y el control psicológico.
Conclusión: Más que una estafa
La historia de Victor Lustig es más que entretenimiento. Es un reflejo de cómo interactúan la confianza, la ambición y la seguridad. La estafa de la Torre Eiffel es inolvidable no por su absurdidad, sino porque funcionó. Nos recuerda que el fraude no empieza con una mentira, sino con el deseo de creer algo demasiado bueno para ser verdad.
En el mundo actual de phishing, startups falsas y engaños digitales, los métodos de Lustig siguen vigentes. Cada generación se enfrenta a su propia Torre Eiffel, y toda estafa solo necesita un creyente para triunfar.
Pero más allá de la curiosidad histórica, la estafa de Lustig encierra una advertencia. Los sistemas basados en una confianza descontrolada pueden ser manipulados. Quienes asumen credibilidad basándose en la apariencia o el carisma se convierten en una carga. Y en una cultura que premia la audacia, la mentira más audaz, si se presenta con suficiente refinamiento, puede volverse indistinguible de una simple charla.
Lo que aprendemos de Lustig no es solo cómo operan las estafas, sino cómo los humanos suspenden la incredulidad en la búsqueda de exclusividad y lucro. Si crees que eres demasiado listo para ser engañado, esa es precisamente la confianza que alguien como Lustig explotaría.
Preguntas sobre la estafa de la Torre de Victor Lustig
1. ¿Victor Lustig realmente vendió la Torre Eiffel?
No en ningún sentido legal ni oficial. Engañó a un chatarrero haciéndole creer que estaba autorizado a vender la Torre Eiffel para su demolición, falsificando documentos y organizando reuniones para llevar a cabo la estafa.
2. ¿Por qué la primera víctima no acudió a la policía?
André Poisson, la primera víctima, estaba tan avergonzado por haber sido estafado que decidió no denunciar el delito. Lustig contaba con esta vergüenza como parte de su estrategia de escape.
3. ¿Cómo hizo Lustig para que la estafa pareciera real?
Utilizó credenciales gubernamentales falsificadas, reuniones formales en hoteles de lujo y un lenguaje apremiante para crear una historia creíble. También aprovechó los rumores públicos sobre el destino de la torre para fundamentar su mentira en la verdad.
4. ¿Qué pasó con Victor Lustig después de las estafas de la Torre Eiffel?
Huyó a Estados Unidos y continuó su vida delictiva, hasta que finalmente fue arrestado por falsificación. Murió en Alcatraz en 1947.
5. ¿Qué hace que sus estafas sigan siendo relevantes hoy en día?
Los planes de Lustig se basaban en la confianza, el ego y el deseo de exclusividad: vulnerabilidades humanas que todavía alimentan los fraudes modernos en las finanzas, la tecnología y los espacios en línea.